24 de abril de 2014

La muerte: gran agente de publicidad

Por Jonathan Muñoz Ovalle

Lamentablemente para unos, afortunadamente para otros, la muerte es un excelente agente de publicidad: lanza a la fama, duplica o triplica las ventas, provoca ser el tema de moda y el chisme de la morbosidad colectiva. Creo que en estos días sucederá algo así con los títulos de Gabriel García Márquez, pues aunque ya era una celebridad de las letras y un escritor consagrado, no tengo la menor duda de que sus libros se venderán más de lo normal en las próximas semanas, aunque algunos —es lo más seguro— no terminarán de leer el libro y otros ni siquiera lo empezarán, dejando la obra del Nobel colombiano como un adorno, como un recuerdo o, incluso, como un tesoro que eternizará en los libreros al creador de Macondo. Y no está mal, si hay ejemplares de La Biblia y de Don Quijote de la Mancha que se yerguen entre el polvo y el recuerdo en innumerables lugares, ¿por qué no podría suceder lo mismo con cualquier libro de "El gabo"; en especial, Cien años de soledad? Reitero, no está mal, es respetable lo que cada quien haga con algo que ha comprado, lo lamentable (a mi juicio) es que haya hecho la compra por inercia publicitaria y no por convicción.

Yo espero que quienes hayan adquirido un título del también autor de El amor en los tiempos del cólera, Crónica de una muerte anunciada, Memoria de mis putas tristes, entre otros, lo lean, lo disfruten (y lo terminen), sin importar, a final de cuentas, si la compra la hicieron por furor de mercadotecnia o por deseo verdadero. Recordemos, como tantas veces se ha dicho, que lo mejor que se puede hacer por un autor, vivo o muerto, es leerlo. Así que amigos lectores, llegó la hora de habitar Macondo para siempre. 

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